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viernes, 22 de febrero de 2013

¿Quién no soñaba con ser la más bonita del reino, y se identificaba con La Cenicienta?

Cuando era niña, La Cenicienta era mi película favorita. Sentada frente al televisor el tiempo se pasaba volando. Lo que yo no sabía entonces, es lo que quiero que sepan ustedes ahora: los riesgos para la niñez de películas infantiles como La Cenicienta, me han hecho pensar lo rápido que perdemos la inocencia sin darnos cuenta.
La película nació en 1950, bajo la producción de Walt Disney, basada en un cuento popular. Cuenta la historia de una bella joven que tras la muerte de su padre tiene que vivir con su madrastra siendo la sirvienta de ésta y de sus dos hijas. La Cenicienta es humillada y menospreciada tanto por sus hermanastras como por su madrastra. La protagonista se llama así, porque hacía los trabajos más duros de la casa y sus vestidos estaban siempre manchados de ceniza.Vivía apartada del resto de su familia en peores condiciones. La Madrasta trata a la Cenicienta de manera despectiva, le ordena callarse a gritos y le manda constantemente hacer las tareas de la casa sin respeto alguno. 

Fragmento de la Película "La cenicienta"
Con este tipo de películas hemos crecido, pero trasmiten valores a día de hoy bastante antiguos que distan mucho de la realidad, sobre todo las diferencias de género. En películas infantiles debería realzarse la igualdad de género, pues las películas Disney, entre ellas La Cenicienta, nos muestran una imagen machista donde la mujer sólo trabaja en el hogar, es una persona débil, frágil y sin confianza en sí misma. La imagen que ofrece La Cenicienta es la de la mujer como objeto de deseo: una mujer bella, con cintura marcada, pecho voluminoso, mirada penetrante, pestañas largas, en definitiva, un cuerpo sexualizado. La Cenicienta no enamoró al príncipe azul por otra cosa que no fuera su belleza. Pero hay que tener en cuenta que no hay  una princesa fea, porque la fealdad se asocia a la maldad (acordaos que  la Madrastra y sus hijas no destacaban por su belleza)
En cambio la imagen del príncipe es la de una persona valiente, fuerte y con poder, siempre queda cómo un héroe, en este caso salvando a Cenicienta de las garras de su madrastra, dándole de ahora en adelante una buena vida en su palacio. Sólo cuando el príncipe la salva de su desgraciada y solitaria vida podrán “ser felices y comer perdices”.
El nivel educativo de esta película a día de hoy es negativo, porque ensalza la superioridad entre las hijas de sangre y las que no, dejando relegada a esta última a trabajar muchísimo. Se ofrece una mala imagen de la madrastra que traspasamos a la realidad, haciendo que en caso de alguna separación de los padres no se la respete ni se la quiera. Los niños son lo que ven, y si están expuestos a escenas violentas, basadas en valores y conductas negativas, las terminarán imitando. De modo que es muy importante educarlos no sólo desde la escuela, sino que en casa los padres deben prestar mucha atención a lo que sus hijos ven en televisión y no usarla como niñera, sin controlar los programas recomendables para su educación. 

La Cenicienta y El Príncipe
Sin embargo, uno de los aspectos positivos es la firme confianza que manifiesta en que obrar bien y ser pacientes al final tiene su recompensa, pues Cenicienta estuvo muchos años bajo las órdenes de su madrastra hasta que al fin encontró a su príncipe y su vida cambió por completo. También se muestran los valores de la amistad, de los ratoncitos y el hada madrina a Cenicienta, ayudándola y haciendo todo lo posible para que pueda acudir al baile en el que el príncipe escogería a su princesa. Los niños tienen que saber diferenciar la ficción de la realidad, por lo que deben saber que los problemas no se solucionan con un simple toque de varita mágica, sino que hay que esforzarse mucho para conseguir lo que te propones.
Pero esta película está basada en un cuento escrito en otra época, donde las cosas eran diferentes. La alternativa es reescribirlos adecuándolos a las nuevas exigencias de la sociedad, para desterrar los estereotipos patriarcales y dejar de otorgar ventaja al género masculino frente al femenino. Por suerte, cada vez es más habitual que estos mensajes ocultos dejen de aparecer, ya que detrás de cada película infantil hay psicólogos y pedagogos encargados de supervisar los aspectos y mensajes negativos que puedan existir y ensalzando los educativos y didácticos. Además se está teniendo en cuenta el cambio de la sociedad con mentalidades más abiertas y multiculturales.

Att: Rousse

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